sábado, 27 de junio de 2020

Un tópico virgiliano en "El Señor de los Anillos"


La obra "El Señor de los Anillos", de J. R. R. Tolkien, puede describirse como una sucesión de despedidas, de partidas irrevocables. El sentimiento predominante es la nostalgia, y parece evocar la experiencia de las sucesivas pérdidas en que consiste la vida misma. La metáfora de la vida como una navegación, como un tránsito constante, es común a varias culturas. En occidente el modelo clásico es el desarrollado en la Odisea, y su eco latino en los primeros cantos de la Eneida. Virgilio, subrayando el sentido de pérdida asociado a esta imagen, esculpe un verso admirable:

«Provehimur portu, terraeque urbesque recedunt.» (Eneid. III, 72)

«Salimos del puerto y se alejan las tierras y las ciudades.»

La ilusión del retroceso de la costa (vista desde el punto de vista de los que navegan alejándose de ella) expresada en dicho verso, se vuelve una metáfora visual del sentimiento de angustia ante el fluir del tiempo y la fugacidad de la vida.
En este sentido será citado por Séneca en sus Cartas morales a Lucilo (Epístola LXX):

«Praenavigavimus, Lucili, vitam et quemadmodum in mari, ut ait Vergilius noster: terraeque urbesque recedunt, sic in hoc cursu rapidissimi temporis primum pueritiam abscondimus, deinde adulescentiam...»

«Navegamos en la vida, Lucilo, y de las misma manera que en el mar, como dice nuestro Virgilio: “las tierras y las ciudades se alejan” así también en la rápida carrera del tiempo, vemos retroceder primeramente la infancia, después la juventud...»

Cuando en el capítulo Adiós a Lórien (ESdlA, L. II, cap. 8) Tolkien describe la despedida del país de los elfos, lo hace recurriendo a la misma imagen y reformulando el simbolismo apuntado por Séneca:

«Los viajeros estaban sentados y no hablaban ni se movían. De pie sobre la hierba verde, en la punta misma de la Lengua, la figura de la Dama Galadriel se erguía solitaria y silenciosa. Cuando pasaron ante ella los viajeros se volvieron y miraron cómo iba alejándose lentamente sobre las aguas. Pues así les parecía: Lórien se deslizaba hacia atrás como una nave brillante que tenía como mástiles unos árboles encantados; se alejaba navegando hacia costas olvidadas, mientras que ellos se quedaban allí, descorazonados, a orillas de un mundo deshojado y gris.»

Enfatizando aún más el sentimiento de pérdida, refiriéndose a la Dama Galadriel, acumula metáforas de objetos brillantes en la lejanía:

«Miraban aún cuando el Cauce de Plata desapareció en las aguas del Río Grande, y las embarcaciones viraron y fueron hacia el sur. La forma blanca de la Dama fue pronto distante y pequeña. Brillaba como el cristal de una ventana a la luz del sol poniente en una lejana colina, o como un lago remoto visto desde una cima montañosa: un cristal caído en el regazo de la tierra.»

Y un poco después, como lo hace reiteradamente a lo largo del relato, nos asegura que el protagonista no volverá a ver jamás ese mundo de belleza perdida en el tiempo:

«De pronto el río describió una curva y las orillas se elevaron a los lados, ocultando la luz de Lórien. Frodo no vería nunca más aquel hermoso país.»

Este capítulo y los dos anteriores contienen varias referencias a los elfos y su país como un lugar que es en sí mismo un eco del pasado. Una nostalgia tal, transmitida por las obras de la literatura antigua referente al mundo feérico, ha sido objeto de la atención de Tolkien en muchas ocasiones en sus estudios. Así parece hacerlo constar en el presente capítulo, refiriendo a como “los hombres de tiempos ulteriores” vieron a los elfos:

«Frodo comió y bebió poco, atento sólo a la belleza de la Dama y a su voz... La veía ya como los hombres de tiempos ulteriores vieron a los elfos: presentes y sin embargo remotos, una visión animada de aquello que la corriente incesante del Tiempo había dejado atrás.»

Sin poder asegurar la influencia de la cita virgiliana en la génesis de este pasaje de la epopeya de “El Señor de los Anillos”, nos parece oportuno apuntarla como eminentemente plausible. Muchas veces se hace referencia a las influencias nórdicas en la obra de Tolkien. Quizás sea necesario también profundizar en las fuentes latinas y griegas que no le fueron tampoco extrañas.