sábado, 29 de diciembre de 2018

La Leyenda de Sigurd y Gudrún y su influencia en la Mitología de Tolkien



Notas sobre “La nueva balada de los völsungos” (Völsungakviða en nýja) y “La nueva balada de Gudrún” (Guðrúnarkviða en nýja) escritas por J.R.R. Tolkien reunidas en un volumen bajo el título de "La Leyenda de Sigurd y Gudrún":


En estas dos obras Tolkien recrea las baladas sobre los völsungos que aparecen en la Edda Poética (llamada también Edda Mayor), fuente principal de la mitología nórdica. Recordemos que él fue catedrático de nórdico antigüo entre 1926 y 1939 en Óxford (después de conseguir la cátedra de anglo sajón en 1925). Además, desde niño, según dice en su ensayo "Sobre los cuentos de hadas": «lo que por encima de todo prefería era el innominado Norte de Sigurd el völsungo y el príncipe de los dragones. Hacia esas regiones miraban con preferencia mis deseos»

Tolkien sigue a los antiguos poetas eddaicos tanto en su metro, como su tema y estilo. Por eso a veces resulta difícil de comprender. Más que desplegar una secuencia narrativa prefiere capturar "momentos", situaciones, dramáticas y significativas. Es especialmente notable la reescritura del célebre Völuspá donde una vieja adivina canta la génesis y el fin del mundo (Ragnarök) seguido de la esperanza de un renacimiento. Dicha esperanza se basa en la aparición de un «inmortal que ha saboreado la muerte y ya no muerte, matador de la serpiente, semilla de Odín» (Upphaf, 14). La curiosa profecía parece reflejar algunos de los pasajes más misteriosos y debatidos de la Edda Mayor (Völuspá, 45 y Hyngluljód, 44) que muchos supusieron intromisiones cristianas, pero que en esta versión de Tolkien son claramente alusiones a Sigurd, el héroe de la balada (sin desconocer, por otro lado, que Sigurd es seguramente para Tolkien una de las figuras crísticas, semillas del Verbo, precursoras del Evangelium). 

Los que siguen de cerca la mitología personal de Tolkien no podrán evitar encontrar diversos elementos y personajes que, con otros nombres, ropajes e intenciones, poblarán dicha narrativa. Son como piedras de una antigua construcción con las que otro (nuestro autor) creará una una hermosa torre (una obra nueva). Esta alegoría la expuso en su ensayo “Beowulf, los monstruos y los críticos” como referida al autor anglosajón, pero es perfectamente aplicable a él mismo. Como puede suponerse, una mera constatación de este hecho no es realmente significativa, las piedras sueltas no nos dicen nada “realmente” valioso, lo importante es que desde aquella torre "se podía ver el mar". A pesar de ello no creo del todo inútil hacer un breve recuento de estas “piedras” de las antiguas sagas nórdicas que pasaron a formar parte del imaginario tolkiniano. Porque nos muestran que Tolkien, sin dejar de ser un escritor moderno de herencia romántica, es también un digno sucesor de los antiguos escaldas. 

Andvari y Otr parecen inspirar la figura de Gollum cazando peces para comer (tanto en su primera aparición en El Hobbit, como en el capítulo “El Estanque Vedado” de E.S.d.l.A.): «Las cascadas de Andvari / rebullían y murmuraban / rebosantes de peces / en los espumosos estanques. / Como barbo allí nadaba / en busca de presa, / el enano Andvari / surgido de su oscura caverna. // Allí cazaba el hambriento / retoño de Hreidmar: / los salmones plateados / dulces le parecían. / En forma de nutria / comía Otr parpadeando, / pensando en la orilla / de aguas negras» (Andvara-gull, 2 y 3). Incluso podemos ver las animalescas comparaciones con que se reviste siempre la figura de Gollum (aunque en el caso del mito nórdico Otr –cuyo nombre significa “nutria”- realmente se transformaba en una).

Andvari, negándose a entregar el anillo y maldiciéndolo, refleja la avaricia que corroe tanto a Gollum como a Bilbo tras haberlo poseído mucho tiempo: «Loki: -¿Qué oculta tu mano / que se ahueca de esa forma? / Andvari: -El anillo es pequeño... / ¡déjalo quedar conmigo! / Loki: -¡Todo, Andvari, entrégalo todo, / anillos livianos y pesados, / o la vida misma! // (El enano habló sombrío / desde su piedra excavada:) / Andvari: -¡Mi anillo maldeciré / con miseria y penalidad!» (Andvara-gull, 9 y 10). La misma avaricia aparece en Hreidmar que no quiere compartir su tesoro con sus hijos y en Fáfnir que lo asesina (tras lo cual se transforma en dragón): «Hreidmar: -Los anillos enlazados / tendré yo solo / ¡mientras yo siga con vida / no me dejarán nunca! // El corazón de Fáfnir / ferozmente dolía; / a Hredimar mató / dormido en su casa. / El corazón de Fáfnir / como un fuego arde: / ni parte ni porción / le paga a Regin. // Con aspecto de dragón / oscuramente yace: profundas mazmorras, y no conoce el miedo» (Regin, 12 y 13).

Fafnir, el “príncipe de los dragones” como lo llamó Tolkien, está en la génesis de varios dragones que pueblan el mito tolkiano, pero especialmente en la de Glaurung (por otra parte, en "Beowulf, los monstruos y los críticos" dice que Fafnir es el único dragón significativo -si se deja de lado el inmenso e impreciso Miðgardðsormr, que rodea el mundo-). Su astucia y malicia se vierten en cada una de sus palabras. Sigurd y Túrin los matarán recurriendo al mismo expediente: atacar su vientre desguarnecido cuando éste se desliza sobre una brecha en la roca. «El vientre negro / curvo y retorcido / sobre el oculto hueco / colgaba y resbalaba. // Gram fue empuñada; / resonando sombría / en la vetusta roca / su corazón perforó» (Regin, 27 y 28). 

El árbol blanco, símbolo de la dinastía real de Gondor, que crece en el atrio del palacio de Minas Tirith, puede tener un antecesor en el árbol que sostiene la casa de Völsung (y representa también el esplendor y decadencia de la “casa” o dinastía völsunga): «Un árbol allí se alzaba / alto y enramado, / sostenía esa casa, / el asombro del salón; / sus hojas sus tapices, / sus ramas vigas, / su poderoso tronco / en el centro se alzaba» (Signý, 4). «¡Los hombres descubrieron que aún vivía / el linaje de Völsung! / (...) / Pero la casa antaño alta / esatba hundida, sin techo; / las ramas se pudrían / en su árbol frondoso» (Gudrún, 27).

Mirkwood, el Bosque Negro, llamado Myrkviðr en la Edda Mayor, es como en la Tierra Media, la gran frontera que separa los pueblos libres de los grandes tiranos (Atli = Atila) del Este. «Junto al poderoso Mirkwood / en las marcas del Este / los grandes reyes godos / gobernaban con gloria. / Junto a las orillas del Danpar / era terrible la guerra / con las huestes de los hunos, / incontables jinetes» (Gudrún, 14). En esto coincide también la "Saga de Hervor", donde se dice «ese bosque llamado Mirkwood, que separa Hunland de Gothland» (c. 13). En cuanto al río Danpar suele asimilarse al río Dniéper que desemboca en el Mar negro y quizá sea inspiración para el Anduin, aunque lo mismo y quizá con más propiedad simbólica podría decirse del Danuvio, la gran frontera del Imperio Romano además del Rhin, pues la raíz indoeuropea "dan" (río) les es común (y aparece en muchos ríos desde Gran Bretaña hasta Rusia y Ucrania).

Odín recorre la historia entrando y saliendo de escena, siempre misterioso, interviniendo de formas significativas. Se hacer llamar Grímnir (el Enmascarado) y jamás se revela su verdadera identidad. Sin pasar por alto las numerosas diferencias, es uno de los antecedentes de Gandalf como personaje clave, yendo y viniendo para influenciar en el cumplimiento de la misión y destinos de los personajes. «Llega la noche lánguida; / surge el viento; / se abren las puertas, / el estruendo se silencia. / Allí entra un hombre, / de oscura capa, / hirsuta la barba, / grande y anciano» (Signý, 12). 

No podemos dejar de mencionar al gris Grani, el caballo de Sigurd, que desciende de Sleipnir el corcel de Odín, y es el caballo más poderoso. De él debió descender también el Sombragris de Gandalf, que a su vez descendía del mítico Felaróf de Eorl, que conocía el lenguaje de los hombres. «Del semental de Sleipnir, / corcel de Odín, / fue engendrado este caballo, / el más veloz, el más fuerte. / ¡Cabalga ahora! ¡Cabalga ahora! / ¡Rocas y montañas, / caballo y héroe, / esperanza de Odín!» (Regin, 24). ¿Cómo no sentir la emoción heroica de ese grito reflejada también en el “Noro lim, noro lim, Asfaloth!” con que se anima a correr a otro caballo célebre en el capítulo “Huyendo hacia el vado” de E.S.d.l.A.?

El amor incestuoso de Túrin y Nienor tiene su antecedente en el amor fugaz entre Sigmund y Signý, del que resultará el nacimiento de Sigurd. «Hermano y hermana / en una cama yacían, / ¡breve amor, amargo, / mezclado de repulsa! / Responde, habitante de la tierra, / ¿en tus brazos quién yace, / helada, encantada, / cambiada, con forma de elfa?» (Signý, 31). Por lo demás, el triste final de Gudrún semeja casi en todo el de Nienor: «En las olas se arrojó, / las olas la tomaron; / en las pálidas aguas / se ahogó su pena» (Guðrúnakviða en nýja, 165).

Aunque no parece tan seguro, la vida de proscrito de Túrin puede ser precedida de un pasaje similar en la vida de Sigmund y Sinfjötli: «Mucho vagaron, / envueltos en piel de lobo, / a hombres mataron, / a hombres robaron. / De día dormían / en oscura caverna / tras temibles hechos / de muerte en Gautland» (Signý, 36).

El “regalo de Grímnir”, es decir, la espada que Odín clavo en el árbol para que la retirara el mejor guerrero (probablemente el origen de la leyenda de Excalibur-en-la-piedra) tiene también su lugar en la nueva mitología de Tolkien. En primer lugar porque se trata de la herencia que pasará de Sigmund a Sigurd, mediante una reconstrucción, tal como los restos de la espada rota de Elendil, llamada Narsil se refundirán en una nueva espada llamada Anduril. Uno de los nombres escáldicos para espada es “llama” (así aparece varias veces en La nueva balada...), de ahí también el nombre de Narsil, que significa en sindarin “Llama del Oeste”. «Del regalo de Grímnir / guarda los framentos; / de los pedazos se formará / una brillante espada.» (Fœddr Sigurðr, 13). «Sigurd: -Sigrlinn, dime, / ¿la verdad se me dijo, / sobre los brillantes fragmentos / de la espada de Grímnir? / El hijo de Sigmund / los busca ahora... / ¡ahora a Gram Regin / sin engaños me forja! // La forja crepitaba, / ardía el fuego: / un acero le trajeron / de filos azules; / aleteaban con las llamas, / mientras destellaba cantando: / el yunque hendido / resonaba con fuerza» (Regin, 18 y 19).

Se habrá notado el curioso detalle de los “filos azules”, que parece ser evocado con fuerza de imagen mitológica en la luz azul que el acero élfico produce en la proximidad de los orcos. No parece improbable que los versos que expresan la idea del fulgor de la espada blandida en tiempo de guerra haya terminado produciendo aquella otra más mágica: «Siempre el regalo de Grímnir / brillaba en tiempo de guerra» (Dauði Sinfjötla, 3). Algo parecido podríamos decir respecto a la escena donde Sigmund enfrenta a Odín y éste lo derrota rompiendo la hoja de su espada. El poeta dice que la espada «cantó ante Odín... y cantando se quebró» (Fœddr Sigurðr, 8 y 9). Lo que nos recuerda a la espada Anglachel de Túrin que le habló antes de que se quitara la vida.

El viaje final (¿hacia el Oeste?), el viaje de la muerte, que aparece con tantísima frecuencia en la literatura tanto celta como nórdica, tiene también su expresión aquí, en el momento en que Sigmund entrega el cuerpo sin vida de su hijo Sinfjötli al misterioso barquero (no es otro que Odín) que lo transportará al Valhöll (El Palacio de los Caídos): «Henchido de pena / Sigmund lo alzó, / en sus brazos lo cogió: / salió fuera. / Por bosques y espesuras / hasta las olas espumosas / sin rumbo vagó / hasta las olas rugientes. // Barquero:- “¿Qué te trae / con tan pesad carga? / Mi barca está preparada / para llevarla”. Un hombre allí llegó / de oscura capa, / encapuchado y vetusto / grande y horrible. // Solo estaba Sigmund / junto al borde de la tierra...» (Dauði Sinfjötla, 11-13).

Finalmente mencionemos que así como el espíritu de Sigurd aguardará en Valhöll hasta la llegada del Ragnarök, cuando pueda volver a luchar y realizar la redención del mundo (cf. la teoría de Tolkien sobre el Evangelium previsto en los mitos), del mismo modo se dice de Túrin que su espíritu aguardará en las Estancias de Mandos hasta que llegue la Última Batalla (Dagor Dágorath) y pueda vengar a los hijo de Húrin dando muerte a Melkor, encarnación del mal. «Así pronto llegó Sigurd / portando la espada / al alegre Valhöll / para saludar a Odín. / Allí festeja / a la vera de su padre, / esperando la Guerra, / el elegido del Mundo. // (...) // En el día del Juicio / se alzará inmortal / quien saboreó la muerte / y no muere más, / matador de la serpiente, / semilla de Odín: / no todo terminará, / ni perecerá la Tierra» (Deild, 78 y 80).


lunes, 10 de septiembre de 2018

Introducción a la lectura de la "Divina Comedia" de Dante Alighieri

Cuatro charlas a cargo del Cngo. Alexis Louvet (Santa Fe, Argentina) que nos introducen a la lectura de la obra literaria y espiritual más significativa del cristianismo: la "Divina Comedia". Con una primera parte sobre la "Vita Nuova", obra de juventud de Dante, que nos proporciona la clave de lectura de la obra mayor.
VIDA NUEVA:
 
INFIERNO:
PURGATORIO:
PARAÍSO:

domingo, 2 de septiembre de 2018

"Beowulf" como espejo de "El Señor de los Anillos"

Traigo a la consideración de los lectores algunos fragmentos del ensayo de Tolkien "Beowulf: los monstruos y los críticos" (1936). Es notable que los aspectos más resaltado por Tolkien en el antiguo poema anglosajón son los mismos que guiarán sus pasos en la creación de su propia obra capital, "El Señor de los Anillos". Al leer estos párrafos sobre el poeta anónimo del Beowulf, uno se siente tentado a aplicarlos naturalmente a Tolkien como poeta y autor. Los mismos temas de fondo (la mortalidad), el mismo espíritu (la nostalgia), y algunos recursos compartidos (como la creación de la sensación de una profundidad de campo mediante alusiones a antiguos textos y tradiciones).


«Aún podemos ver al hæleð caminar por su escenario, decorado con tapices tejidos con antiguos relatos de ruina. Al leer su poema como tal, en vez de como una colección de episodios, nos damos cuenta de que quien escribió hæleð under heofenum [héroes bajo los cielos] pudo haber querido decir en términos de diccionario “héroes bajo el cielo”, o bien “hombres benditos sobre la tierra”, pero él y sus oyentes estaban pensando en el eormengrund, la gran tierra cercada por el garsecg, el mar sin orillas, bajo la inalcanzable bóveda celeste; y sobre esa tierra, como si estuvieran en un pequeño círculo de luz, unos hombres, con su valentía como único sostén, se lanzaban a la batalla contra el mundo hostil y la semilla de la oscuridad, que termina para todos –incluso para reyes y campeones- en derrota. (...) 

Beowulf no es, por lo tanto, el héroe de una balada heroica precisamente. No tiene lealtades enfrentadas ni un amor desventurado. Es un hombre, y eso para él y para muchos otros es suficiente tragedia. No se trata de un accidente irritante el que el tono del poema sea tan elevado y su tema algo tan pegado a la tierra. Es el tema en su seriedad suprema lo que engendra la dignidad del tono: lif is læne: eal scæceð leoht and lif somod [la vida se desvanece: todo pasa, la luz y la vida a una]. Tan absoluto e ineluctable es el pensamiento subyacente que, a aquellos que en el círculo iluminado, en el interior del castillo sitiado, permanecen absortos en el trabajo o en la charla sin mirar a las almenas, ni les importa ni les sobrecoge. (...)

Un cristiano era (y es) todavía como sus antepasados, un mortal cercado en un mundo hostil. (...) La tragedia de la gran derrota temporal persiste por un momento, punzante, pero finalmente deja de ser importante. No es derrota, puesto que el fin del mundo es parte del plan de Metod, el Árbitro que está por encima del mundo mortal. Más allá se atisba una posibilidad de victoria eterna (o eterna derrota), y la batalla real se plantea entre el alma y sus adversarios. (...)

Su autor [del Beowulf] aún está ocupado principlamente por el asunto del hombre sobre la tierra, retomando desde una nueva perspectiva un tema antiguo: ese hombre, cada hombre y todos los hombres, y todas sus obras, perecerán. Un tema que ningún cristiano debe despreciar. (...) El hombre, un extraño en un mundo hostil, envuelto en una lucha que no puede ganar mientras el mundo exista, recibe la certeza de que sus enemigos lo son también de Drythen [el Capitán = Dios]; de que su valentía, noble en sí misma, es a la vez la más elevada lealtad: así lo dijo el único y sabio. (...)

En el Beowulf tenemos, así pues, un poema histórico sobre el pasado pagano, o bien un intento de crear uno. (...) Es un poema obra de un hombre letrado que escribe sobre tiempos antiguos; que, mirando hacia el heroísmo y la pena, siente en ellos algo permanente y simbólico a la vez. (...)

Beowulf no es un cuadro real de la Dinamarca, la Gautlandia o la Suecia históricas de alrededores del año 500, sino que es... desde una perspectiva general, un cuadro coherente, una construcción que exhibe claramente las marcas de un diseño y un pensamiento. Como conjunto, debió de conseguir crear admirablemente en la mente de los coetáneos del poeta la ilusión de que levantaba el velo de un pasado pagano pero noble, y cargado de una profunda significación, un pasado que poseía él mismo una profundidad y que se perdía en el tiempo, en una oscura antigüedad de dolor. Esta sensación de profundidad es un efecto y una justificación del empleo de episodios y alusiones a antiguos relatos, en su mayoría más oscuros, más paganos y desesperados que el ofrecido en primer plano. (...)

Beowulf no es poema “primitivo”; es un poema tardío, que emplea los materiales... que se conservaban de una época que estaba pasando, de un tiempo que ahora se ha desvanecido para siempre, tragado por el olvido. (...) Es antiguo para nosotros; y no obstante su creador estaba hablando de cosas ya antiguas y cargadas de añoranza, y empleó todo su arte para conseguir que ese toque de profunda tristeza que embarga el corazón, punzante y lejana, se hiciera más intenso.»