jueves, 22 de agosto de 2019

La Celda de Alcuino

¡Oh mi amada celda, dulce morada mía,
para siempre, oh celda mía, te digo adiós!
Por una y otra parte los árboles te ciñen con sus resonantes ramas,
un pequeño bosque de follaje siempre florido.
Todos los prados florecerán con hierbas sanadoras,
que la mano del médico busca para el arte de curar.
Los ríos te rodean con sus floridas riberas,
donde el pescador arroja su red dando voces de alegría.
Desde los huertos, las ramas cargadas de frutos perfuman tus claustros,
y los lirios blancos se mezclan con las pequeñas rosas rojas.
Toda clase de aves cantan las odas matutinas,
y alaban al creador en presencia de Dios.
En ti resonó en otro tiempo la voz nutricia del maestro (1),
que transmitía con su boca sagrada los libros de la sabiduría.
En ti antaño las santas alabanzas del Tonante [Dios]
cantaron pacíficas voces y almas.
A ti, celda mía, te lloro con versos lacrimosos,
y con el corazón gimiente lloro tu caída.
Porque de pronto has huido de los cantos de los poetas,
y una mano desconocida te posee ahora.
Ya no te habitará Flacco (2) ni el poeta Homero,
ni cantarán los niños a las musas sobre tus techos.
Pues todo el esplendor del mundo se deshace de repente
y son trastornadas todas las jerarquías.
Nada permanece para siempre, nada en verdad es inmutable.
La tenebrosa noche oscurece al sagrado día,
una fría súbita tormenta abate las hermosas flores,
y un viento más funesto perturba el plácido mar.
La sagrada juventud que perseguía ciervos en los campos,
se apoya ahora cansada y anciana en su bastón.
¡Pobres de nosotros! ¿por qué te amamos, fugitivo mundo?
Tu siempre huyes de nosotros, corriendo por doquier.
Huyas a donde huyas, amemos siempre a Cristo.
Sostenga siempre el amor de Dios nuestros corazones.
Él defienda, bondadoso, a sus siervos del enemigo,
y arrebate nuestros corazones, que son suyos, al cielo.
Con todo el corazón por igual alabemos y amemos
al que, bondadoso, es nuestra gloria, vida y salvación.


En el 782 Alcuino, que contaba con unos 47 años, fue mandado llamar por Carlomagno para que dirigiera la escuela del palacio en Aquisgran (de lo que resultaría el modelo de la educación occidental casi hasta la actualidad). Alcuino era diácono y había vivido unido a la escuela benedictina de York (aunque no hay indicios de que haya hecho votos, vivió como consagrado). El presente poema expresa la nostalgia por el mundo que está dejando: no sólo su celda de estudio y oración, sino toda York y su vida bucólica.


1 – “La voz nutricia del maestro” se refiere probablemente a su querido maestro y obispo Ælberht, que poco antes de morir dedicó la iglesia de York, inusualmente, a la Santa Sabiduría.

2 – “Flacco” es él mismo, bautizado Flaccus Alcuinus Albinus (aunque por una ambigüedad deliberada también pueda referirse al poeta latino Horacio).


CELLA ALCUINI

O mea cella, mihi habitatio dulcis, amata,
semper in aeternum, o mea cella, vale.
Undique te cingit ramis resonantibus arbos,
silvula florigeris semper onusta comis.
Prata salutiferis florebunt omnia et herbis,
quas medici quaerit dextra salutis ope.
Flumina te cingunt florentibus undique ripis,
retia piscator qua sua tendit ovans.
Pomiferis redolent ramis tua claustra per hortos,
lilia cum rosulis candida mixta rubris.
Omne genus volucrum matutinas personat odas,
atque creatorem laudat in ore deum.
In te personuit quondam vox alma magistri,
quae sacro sophiae tradidit ore libros.
In te temporibus certis laus sancta tonantis
pacificis sonuit vocibus atque animis.
Te, mea cella, modo lacrimosis plango camenis,
atque gemens casus pectore plango tuos.
Tu subito quoniam fugisti carmina vatum,
atque ignota manus te modo tota tenet.
Te modo nec Flaccus nec vatis Homerus habebit,
nec pueri musas per tua tecta canunt.
Vertitur omne decus secli sic namque repente
omnia mutantur ordinibus variis.
Nil manet aeternum, nihil immutabile vere est.
Obscurat sacrum nox tenebrosa diem,
decutit et flores subito hiems frigida pulcros,
perturbat placidum et tristior aura mare.
Quae campis cervos agitabat sacra iuventus
incumbit fessus nunc baculo senior.
Nos miseri, cur te fugitivum, mundus, amamus?
Tu fugis a nobis semper ubique ruens.
Tu fugiens fugias, Christum nos semper amemus.
Semper amor teneat pectora nostra dei.
Ille pius famulos diro defendat ab hoste
ad caelum rapiens pectora nostra, suos.
Pectore quem pariter toto laudemus, amemus.
Nostra est ille pius gloria, vita, salus.