martes, 25 de febrero de 2014

Me gustaría saber en qué clase de historia habremos caído

«-A mí no me gusta nada de aquí: piedra y viento, hueso y aliento.  Tierra, agua, aire, todo parece maldito.  Pero es el camino que nos fue trazado.

-Sí, es verdad -dijo Sam-.  Y de haber sabido más antes de partir, no estaríamos ahora aquí seguramente.  Aunque me imagino que así ocurre a menudo.  Las hazañas de que hablan las antiguas leyendas y canciones, señor Frodo: las aventuras, como yo las llamaba.  Yo pensaba que los personajes maravillosos de las leyendas salían en busca de aventuras porque querían tenerlas, y les parecían excitantes, y en cambio la vida era un tanto aburrida: una especie de juego, por así decir.  Pero con las historias que importaban de veras, o con esas que uno guarda en la memoria, no ocurría lo mismo.  Se diría que los protagonistas se encontraban de pronto en medio de una aventura, y que casi siempre ya tenían los caminos trazados, como dice usted.  Supongo que también ellos, como nosotros, tuvieron muchas veces la posibilidad de volverse atrás, sólo que no la aprovecharon.  Quizá, pues, si la aprovecharan tampoco lo sabríamos, porque nadie se acordaría de ellos.  Porque sólo se habla de los que continuaron hasta el fin... y no siempre terminan bien, observe usted; al menos no de ese modo que la gente de la historia, y no la gente de fuera, llama terminar bien.  Usted sabe qué quiero decir, volver a casa, y encontrar todo en orden, aunque no exactamente igual que antes... como el viejo señor Bilbo.  Pero no son ésas las historias que uno prefiere escuchar, ¡aunque sean las que uno prefiere vivir!  Me gustaría saber en qué clase de historia habremos caído.

-A mí también -dijo Frodo-.  Pero no lo sé.  Y así son las historias de la vida real.  Piensa en alguna de las que más te gustan.  Tú puedes saber, o adivinar, qué clase de historia es, si tendrá un final feliz o un final triste, pero los protagonistas no saben absolutamente nada.  Y tú no querrías que lo supieran.

 -No, señor, claro que no.  Beren, por ejemplo, nunca se imaginó que conseguiría el Silmaril de la Corona de Hierro en Thangorodrim, y sin embargo lo consiguió, y era un lugar peor y un peligro más negro que este en que nos encontramos ahora.  Pero esa es una larga historia, naturalmente, que está más allá de la felicidad y más allá de la tristeza... Y el Silmaril siguió su camino y llegó a Eärendil. ¡Cáspita, señor, nunca lo había pensado hasta ahora!  Tenemos... ¡usted tiene un poco de la luz del Silmaril en ese cristal de estrella que le regaló la Dama!  Cáspita, pensar... pensar que estamos todavía en la misma historia. ¿Las grandes historias no terminan nunca?

 -No, nunca terminan como historias -dijo Frodo-.  Pero los protagonistas llegan a ellas y se van cuando han cumplido su parte.  También la nuestra terminará, tarde... o quizá temprano.»

Tolkien: El Señor de los Anillos 2/IV cap. 8

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