miércoles, 26 de febrero de 2014

Cristo, ese Actor Sublime



«Dios es un actor – contestó el extraño monje -, un actor-creador, según está escrito en el libro de la Sapiencia, “ludens in orbe terrarum”. La creación es una comedia divina. Dios se hizo el débil, se hizo el impotente, se hizo niño, se hizo el muerto por puro gusto de hacerse hombre: “ludens in orbe terrarum”. ¿Y qué dice Clemente Alejandrino? – gritó el monje, golpeando febrilmente un gran libro en griego- (...) San Clemente dice que Cristo fue un actor sublime: Yiós Theoú, Theoú Mimós.»

Leonardo Castellani: El duelo 
(incluído en Martita Ofelia y otros cuentos de fantasmas).

Éste pasaje de Castellani hay que asociarlo a 1 Cor 11,1; cf. 4,16; Ef 5,1; 1 Ts 1,6; 2 Ts 3,7... donde San Pablo se define como «imitador» (mîmos) de Dios, y nos invita a hacer lo mismo1. Lo cual nos lleva por un lado a la teoría antigua del arte como mímesis, y por otro al concepto de santidad cristiana como seguimiento e imitación (no limitándose ésta a actos externos, sino a una verdadera identificación “con los sentimientos de Cristo”, con la “forma” de Cristo...).

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1. miméomai imitar, seguir atrás de; mimêtês imitador; summimêtês coimitador. Cf. J. BAUDER, en L. COENEN, E. BEYREUTHER, H. BIETENHARD (eds.), Diccionario teológico del Nuevo Testamento, IV, Salamanca, Sígueme, 1984, p. 181-182.

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