San Pablo, en su Epístola a los Filipenses 2,5-11:
«Tened entre
vosotros los mismos
sentimientos que Cristo:
sentimientos que Cristo:
El cual,
siendo de condición divina,
no retuvo ávidamente el ser igual a Dios.
Sino que se
despojó de sí mismo
tomando condición de siervo
haciéndose semejante a los
hombres
y apareciendo en su porte como hombre;
y se humilló
a sí mismo,
obedeciendo hasta la muerte y muerte de cruz.
Por lo cual
Dios le exaltó
y le otorgó el Nombre, que está sobre todo nombre.
Para que al
nombre de Jesús
toda rodilla se doble en los cielos,
en la tierra y en los
abismos,
y toda
lengua confiese
que Cristo Jesús es SENOR
para gloria de Dios Padre.»
Séneca, en
su tratado De clementia III, 6, 2 s, le dice a Nerón:
«Tú no puedes
alejarte a ti mismo de tu elevado rango;
él te posee, y donde quiera que vayas,
te sigue con gran pompa.
La servidumbre propia de tu elevadísimo rango
es el no poder llegar a ser menos importante;
es el no poder llegar a ser menos importante;
pero precisamente esta necesidad la tienes
en común con los dioses.
Porque también a ellos los tiene el cielo ligados,
y a ellos no les he dado descender,
y a ellos no les he dado descender,
como tampoco te es dado a ti, sin correr
riesgo.
Tú estás enclavado en tu rango».
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