Notas sobre “La nueva balada de los völsungos” (Völsungakviða en nýja) y “La nueva balada de Gudrún” (Guðrúnarkviða en nýja) escritas por J.R.R. Tolkien reunidas en un volumen bajo el título de "La Leyenda de Sigurd y Gudrún":
En estas dos obras Tolkien recrea las baladas sobre los völsungos
que aparecen en la Edda Poética
(llamada también Edda Mayor), fuente
principal de la mitología nórdica. Recordemos que él fue catedrático de nórdico
antigüo entre 1926 y 1939 en Óxford (después de conseguir la cátedra de anglo
sajón en 1925). Además, desde niño, según dice en su ensayo "Sobre los
cuentos de hadas": «lo que por
encima de todo prefería era el innominado Norte de Sigurd el völsungo y el
príncipe de los dragones. Hacia esas regiones miraban con preferencia mis
deseos».
Tolkien sigue a los antiguos poetas
eddaicos tanto en su metro, como su tema y estilo. Por eso a veces resulta
difícil de comprender. Más que desplegar una secuencia narrativa
prefiere capturar "momentos", situaciones, dramáticas y
significativas. Es especialmente notable la reescritura del célebre Völuspá donde una vieja adivina canta la
génesis y el fin del mundo (Ragnarök) seguido de la esperanza de un
renacimiento. Dicha esperanza se basa en la aparición de un «inmortal que ha saboreado la muerte y ya no
muerte, matador de la serpiente, semilla de Odín» (Upphaf, 14). La curiosa
profecía parece reflejar algunos de los pasajes más misteriosos y debatidos de
la Edda Mayor (Völuspá, 45 y Hyngluljód, 44) que muchos supusieron
intromisiones cristianas, pero que en esta versión de Tolkien son claramente
alusiones a Sigurd, el héroe de la balada (sin desconocer, por otro lado, que
Sigurd es seguramente para Tolkien una de las figuras crísticas, semillas del
Verbo, precursoras del Evangelium).
Los que siguen de cerca la mitología personal de
Tolkien no podrán evitar encontrar diversos elementos y personajes que, con
otros nombres, ropajes e intenciones, poblarán dicha narrativa. Son como
piedras de una antigua construcción con las que otro (nuestro autor) creará una
una hermosa torre (una obra nueva). Esta alegoría la expuso en su ensayo “Beowulf,
los monstruos y los críticos” como referida al autor anglosajón, pero es
perfectamente aplicable a él mismo. Como puede suponerse, una mera constatación
de este hecho no es realmente significativa, las piedras sueltas no nos dicen
nada “realmente” valioso, lo importante es que desde aquella torre "se podía ver
el mar". A pesar de ello no creo del todo inútil hacer un breve recuento de
estas “piedras” de las antiguas sagas nórdicas que pasaron a formar parte del
imaginario tolkiniano. Porque nos muestran que Tolkien, sin dejar de ser un
escritor moderno de herencia romántica, es también un digno sucesor de los antiguos
escaldas.
Andvari y Otr
parecen inspirar la figura de Gollum cazando peces para comer (tanto en su
primera aparición en El Hobbit, como en el capítulo “El Estanque Vedado” de
E.S.d.l.A.): «Las cascadas de Andvari /
rebullían y murmuraban / rebosantes de peces / en los espumosos estanques. /
Como barbo allí nadaba / en busca de presa, / el enano Andvari / surgido de su
oscura caverna. // Allí cazaba el hambriento / retoño de Hreidmar: / los
salmones plateados / dulces le parecían. / En forma de nutria / comía Otr
parpadeando, / pensando en la orilla / de aguas negras» (Andvara-gull, 2 y
3). Incluso podemos ver las animalescas comparaciones con que se reviste
siempre la figura de Gollum (aunque en el caso del mito nórdico Otr –cuyo
nombre significa “nutria”- realmente se transformaba en una).
Andvari,
negándose a entregar el anillo y maldiciéndolo, refleja la avaricia que corroe
tanto a Gollum como a Bilbo tras haberlo poseído mucho tiempo: «Loki: -¿Qué oculta tu mano / que se ahueca
de esa forma? / Andvari: -El anillo es pequeño... / ¡déjalo quedar conmigo! /
Loki: -¡Todo, Andvari, entrégalo todo, / anillos livianos y pesados, / o la
vida misma! // (El enano habló sombrío / desde su piedra excavada:) / Andvari: -¡Mi
anillo maldeciré / con miseria y penalidad!» (Andvara-gull, 9 y 10). La
misma avaricia aparece en Hreidmar que no quiere compartir su tesoro con sus
hijos y en Fáfnir que lo asesina (tras lo cual se transforma en dragón): «Hreidmar: -Los anillos enlazados / tendré
yo solo / ¡mientras yo siga con vida / no me dejarán nunca! // El corazón de
Fáfnir / ferozmente dolía; / a Hredimar mató / dormido en su casa. / El corazón
de Fáfnir / como un fuego arde: / ni parte ni porción / le paga a Regin. // Con
aspecto de dragón / oscuramente yace: profundas mazmorras, y no conoce el
miedo» (Regin, 12 y 13).
Fafnir, el
“príncipe de los dragones” como lo llamó Tolkien, está en la génesis de varios
dragones que pueblan el mito tolkiano, pero especialmente en la de Glaurung (por otra parte, en "Beowulf, los monstruos y los críticos" dice que Fafnir es el único dragón significativo -si se deja de lado el inmenso e impreciso Miðgardðsormr, que rodea el mundo-). Su
astucia y malicia se vierten en cada una de sus palabras. Sigurd y Túrin los matarán
recurriendo al mismo expediente: atacar su vientre desguarnecido cuando éste se
desliza sobre una brecha en la roca. «El
vientre negro / curvo y retorcido / sobre el oculto hueco / colgaba y
resbalaba. // Gram fue empuñada; / resonando sombría / en la vetusta
roca / su corazón perforó» (Regin, 27 y 28).
El árbol blanco, símbolo de la dinastía real de
Gondor, que crece en el atrio del palacio de Minas Tirith, puede tener un
antecesor en el árbol que sostiene la casa de Völsung (y representa también el
esplendor y decadencia de la “casa” o dinastía völsunga): «Un árbol allí se alzaba / alto y enramado, / sostenía esa casa, / el
asombro del salón; / sus hojas sus tapices, / sus ramas vigas, / su poderoso
tronco / en el centro se alzaba» (Signý, 4). «¡Los hombres descubrieron que aún vivía / el linaje de Völsung! /
(...) / Pero la casa antaño alta / esatba hundida, sin techo; / las ramas se
pudrían / en su árbol frondoso» (Gudrún, 27).
Mirkwood, el
Bosque Negro, llamado Myrkviðr en la Edda Mayor, es como en la Tierra Media, la
gran frontera que separa los pueblos libres de los grandes tiranos (Atli =
Atila) del Este. «Junto al poderoso Mirkwood / en las marcas del Este / los
grandes reyes godos / gobernaban con gloria. / Junto a las orillas del Danpar /
era terrible la guerra / con las huestes de los hunos, / incontables jinetes»
(Gudrún, 14). En esto coincide también la "Saga de Hervor", donde se dice «ese bosque llamado Mirkwood, que separa
Hunland de Gothland» (c. 13). En cuanto al río Danpar suele asimilarse al
río Dniéper que desemboca en el Mar negro y quizá sea inspiración para el Anduin, aunque lo mismo y quizá con más propiedad simbólica podría decirse del Danuvio, la gran frontera del Imperio Romano además del Rhin, pues la raíz indoeuropea "dan" (río) les es común (y aparece en muchos ríos desde Gran Bretaña hasta Rusia y Ucrania).
Odín recorre la
historia entrando y saliendo de escena, siempre misterioso, interviniendo de
formas significativas. Se hacer llamar Grímnir (el Enmascarado) y jamás se
revela su verdadera identidad. Sin pasar por alto las numerosas diferencias, es
uno de los antecedentes de Gandalf como personaje clave, yendo y viniendo para
influenciar en el cumplimiento de la misión y destinos de los personajes. «Llega la noche lánguida; / surge el viento;
/ se abren las puertas, / el estruendo se silencia. / Allí entra un hombre, /
de oscura capa, / hirsuta la barba, / grande y anciano» (Signý, 12).
No podemos dejar de mencionar al gris Grani, el caballo de Sigurd, que desciende de Sleipnir el corcel de
Odín, y es el caballo más poderoso. De él debió descender también el Sombragris
de Gandalf, que a su vez descendía del mítico Felaróf de Eorl, que conocía el
lenguaje de los hombres. «Del semental de
Sleipnir, / corcel de Odín, / fue engendrado este caballo, / el más veloz, el
más fuerte. / ¡Cabalga ahora! ¡Cabalga ahora! / ¡Rocas y montañas, / caballo y
héroe, / esperanza de Odín!» (Regin, 24). ¿Cómo no sentir la emoción
heroica de ese grito reflejada también en el “Noro lim, noro lim, Asfaloth!”
con que se anima a correr a otro caballo célebre en el capítulo “Huyendo hacia
el vado” de E.S.d.l.A.?
El amor incestuoso de Túrin
y Nienor tiene su antecedente en el amor fugaz entre Sigmund y Signý, del
que resultará el nacimiento de Sigurd. «Hermano
y hermana / en una cama yacían, / ¡breve amor, amargo, / mezclado de repulsa! /
Responde, habitante de la tierra, / ¿en tus brazos quién yace, / helada,
encantada, / cambiada, con forma de elfa?» (Signý, 31). Por lo demás, el triste final de Gudrún semeja casi en todo el de Nienor: «En las olas se arrojó, / las olas la tomaron; / en las pálidas aguas / se ahogó su pena» (Guðrúnakviða en nýja, 165).
Aunque no parece tan seguro, la vida de proscrito de Túrin
puede ser precedida de un pasaje similar en la vida de Sigmund y Sinfjötli: «Mucho vagaron, / envueltos en piel de lobo,
/ a hombres mataron, / a hombres robaron. / De día dormían / en oscura caverna
/ tras temibles hechos / de muerte en Gautland» (Signý, 36).
El “regalo de Grímnir”, es decir, la espada que Odín clavo
en el árbol para que la retirara el mejor guerrero (probablemente el origen de
la leyenda de Excalibur-en-la-piedra) tiene también su lugar en la nueva
mitología de Tolkien. En primer lugar porque se trata de la herencia que pasará
de Sigmund a Sigurd, mediante una reconstrucción, tal como los restos de la
espada rota de Elendil, llamada Narsil se refundirán en una nueva espada llamada Anduril. Uno de
los nombres escáldicos para espada es “llama” (así aparece varias veces en La nueva balada...), de ahí también el
nombre de Narsil, que significa en sindarin “Llama del Oeste”. «Del regalo de Grímnir / guarda los
framentos; / de los pedazos se formará / una brillante espada.» (Fœddr
Sigurðr, 13). «Sigurd: -Sigrlinn, dime, /
¿la verdad se me dijo, / sobre los brillantes fragmentos / de la espada de
Grímnir? / El hijo de Sigmund / los busca ahora... / ¡ahora a Gram Regin
/ sin engaños me forja! // La forja crepitaba, / ardía el fuego: / un acero le
trajeron / de filos azules; / aleteaban con las llamas, / mientras destellaba
cantando: / el yunque hendido / resonaba con fuerza» (Regin, 18 y 19).
Se habrá notado el curioso detalle de los “filos azules”, que parece ser evocado con fuerza de imagen mitológica en la luz azul que el acero élfico produce en la proximidad de los orcos. No parece improbable que los versos que expresan la idea del fulgor de la espada blandida en tiempo de guerra haya terminado produciendo aquella otra más mágica: «Siempre el regalo de Grímnir / brillaba en tiempo de guerra» (Dauði Sinfjötla, 3). Algo parecido podríamos decir respecto a la escena donde Sigmund enfrenta a Odín y éste lo derrota rompiendo la hoja de su espada. El poeta dice que la espada «cantó ante Odín... y cantando se quebró» (Fœddr Sigurðr, 8 y 9). Lo que nos recuerda a la espada Anglachel de Túrin que le habló antes de que se quitara la vida.
Se habrá notado el curioso detalle de los “filos azules”, que parece ser evocado con fuerza de imagen mitológica en la luz azul que el acero élfico produce en la proximidad de los orcos. No parece improbable que los versos que expresan la idea del fulgor de la espada blandida en tiempo de guerra haya terminado produciendo aquella otra más mágica: «Siempre el regalo de Grímnir / brillaba en tiempo de guerra» (Dauði Sinfjötla, 3). Algo parecido podríamos decir respecto a la escena donde Sigmund enfrenta a Odín y éste lo derrota rompiendo la hoja de su espada. El poeta dice que la espada «cantó ante Odín... y cantando se quebró» (Fœddr Sigurðr, 8 y 9). Lo que nos recuerda a la espada Anglachel de Túrin que le habló antes de que se quitara la vida.
El viaje final (¿hacia el Oeste?), el viaje de la muerte,
que aparece con tantísima frecuencia en la literatura tanto celta como nórdica,
tiene también su expresión aquí, en el momento en que Sigmund entrega el cuerpo
sin vida de su hijo Sinfjötli al misterioso barquero (no es otro que Odín) que
lo transportará al Valhöll (El Palacio de los Caídos): «Henchido de pena / Sigmund lo alzó, / en sus brazos lo cogió: / salió
fuera. / Por bosques y espesuras / hasta las olas espumosas / sin rumbo vagó /
hasta las olas rugientes. // Barquero:- “¿Qué te trae / con tan pesad carga? /
Mi barca está preparada / para llevarla”. Un hombre allí llegó / de oscura
capa, / encapuchado y vetusto / grande y horrible. // Solo estaba Sigmund /
junto al borde de la tierra...» (Dauði Sinfjötla, 11-13).
Finalmente mencionemos que así como el espíritu de Sigurd
aguardará en Valhöll hasta la llegada del Ragnarök, cuando pueda volver a
luchar y realizar la redención del mundo (cf. la teoría de Tolkien sobre el Evangelium previsto en los mitos), del
mismo modo se dice de Túrin que su espíritu aguardará en las Estancias de
Mandos hasta que llegue la Última Batalla (Dagor
Dágorath) y pueda vengar a los hijo de Húrin dando muerte a Melkor,
encarnación del mal. «Así pronto llegó
Sigurd / portando la espada / al alegre Valhöll / para saludar a Odín. / Allí
festeja / a la vera de su padre, / esperando la Guerra, / el elegido del Mundo.
// (...) // En el día del Juicio / se alzará inmortal / quien saboreó la muerte
/ y no muere más, / matador de la serpiente, / semilla de Odín: / no todo
terminará, / ni perecerá la Tierra» (Deild, 78 y 80).
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