«...Nuestra
Señora, sobre la cual se funda toda mi escasa percepción de la belleza tanto en
majestad como en simplicidad.» Tolkien: Epistolario, carta a Robert Murray
s.j. (1956), nº 142
Si hay que
creerle a Tolkien hay que decir que María está en todo lo que ha escrito. Todo
lo que refleja la belleza (splendor veritatis) ya sea pequeño como la simbelmynë o majestuoso como la valië
Varda. Precisamente en ella me detendría para comprobar cuántos elementos
marianos conforman su figura. Leemos en El Silmarillion:
«Varda, la Dama de las Estrellas, que conoce
todas las regiones de Eä. Demasiado grande es la belleza de Varda para que se
la declare en palabras de los Hombres o de los Elfos; pues la luz de Ilúvatar
vive aún en su rostro. En la luz está el poder y la alegría de Varda… a Melkor
lo conoció antes de la ejecución de la Música y lo rechazó, y él la odió y la
temió más que a todas las creaturas de Eru… Varda oye más claramente que todos
los otros oídos el sonido de las voces que claman de este a oeste, desde las
colinas y los valles, y desde los sitios oscuros que Melkor ha hecho en la
Tierra. De todos los Grandes que moran en este mundo a Varda es a quien más
reverencian y aman los Elfos. La llaman Elbereth, e invocan su nombre desde las
sombras de la Tierra Media y la ensalzan en cantos cuando las estrellas
aparecen.» Valaquenta.
Varda
expresa el mysterium lunae (misterio
de la luna) como decían los padres de la Iglesia. Pues su gloria está en “reflejar”
la luz que proviene de Ilúvatar. María como prototipo de la Iglesia también es
asociada a la Luna y al reflejo de la luz (“espejo de justicia”, dicen las
letanías).
Varda es la
sembradora de estrellas. María es representada a menudo con un manto de
estrellas, casi como una referencia al gran regazo materno en que la noche
acuna a todas las creaturas.
Su belleza
es demasiado grande, dice Tolkien de Varda, para las palabras élficas o humanas.
De María nunquam satis (de María
nunca se dice lo suficiente) decían los santos.
Hay
definitivamente una enemistad ancestral entre Varda y Melkor, y éste la teme y odia
más que nada en el universo. No cabe otra mejor descripción de la relación
entre María y Satanás, pues al decir de los teólogos ella, la más humilde de
las creaturas es odiada y temida por el más soberbio de los ángeles.
Finalmente,
a Varda acuden como intercesora las creaturas de la Tierra Media cuando se
sienten más desamparados... Es precisamente lo que hace Sam en la tierra yerma
de Mordor: la invoca como fuente viva de esperanza (cf. Paradiso XXXIII, 12) en este valle de lágrimas (valle de sombra de
muerte), la llama como la que
mira desde el cielo, es decir, la protectora, y como la siempre-banca
(título misterioso que se hace eco del de inmaculada):
«A Elbereth Gilthoniel
o menel palan-díriel,
le nallon sí di’nguruthos!
A tiro nin, Fanuilos!» El Señor de los
Anillos, IV,10.
Que el mismo
Tolkien traduce así, con evidente referencia a la oración de la "Salve":
«¡Oh Elbereth, la que encendías las estrellas,
que ves desde el cielo a los lejos,
ante tí clamo ahora desde la sombra de la
muerte!
¡Oh, mírame, Siempre-blanca!» Tolkien: Epistolario, Carta a
Rhona Beare, nº 211
Me recuerda esta
oración lo que Tolkien le decía a su hijo Christopher en la carta 54 de su
Epistolario (enero 1944), que memorizara algunas oraciones como el Magnificat,
las letanías lauretanas y el Sub tuum praesidium, y finalizaba diciendo «si las guardas en tu corazón nunca te
faltarán palabras de alegría». Siempre me fascinó esa definición de la
plegaria: “words of joy”.
Finalmente, Varda consuela a Sam
infundiendo luz y esperanza en su corazón, gracias a la cual puede ayudar a
Frodo a completar su misión:
«Sam
vio de pronto una estrella blanca que titilaba. Tanta belleza, contemplada
desde aquella tierra desolada e
inhóspita, le llegó al corazón, y la esperanza renació en él. Porque frío y
nítido como una saeta lo traspasó el pensamiento de que la Sombra era al fin y
al cabo una cosa pequeña y transitoria, y que había algo que ella nunca
alcanzaría: la luz, y una belleza muy alta.» El Señor de los Anillos, VI,2.
Notemos en esta
última expresión la alusión a esa “belleza... en majestad” de la que hablaba
Tolkien en su carta a su amigo jesuita Rober Murray.
Muito obrigada!!!! :) que Maria o cubra com seu manto de Amor e misericórdia !Espero um dia conhece-lo e agradecer pessoalmente. um abraço
ResponderEliminarEsta reflexión me gusta mucho. Otra figura mariana podría ser Nienna, quien al igual que la Virgen en la Pasión, comparte el sufrimiento y su llanto tiene una función reparadora.
ResponderEliminar