«...Come, my friends,
'T is not too late to seek a newer
world.
Push off, and sitting well in order
smite
The sounding furrows; for my purpose
holds
To sail beyond the sunset, and the
baths
Of all the western stars, until I
die.
It may be that the gulfs will wash
us down:
It may be we shall touch the Happy
Isles,
And see the great Achilles, whom we
knew.
Tho' much is taken, much abides; and
tho'
We are not now that strength which
in old days
Moved earth and heaven, that which
we are, we are;
One equal temper of heroic hearts,
Made weak by time and fate, but
strong in will
To strive, to seek, to find, and not
to yield.»
(...Venid,
amigos míos.
Aún no es
tarde para buscar un mundo más nuevo.
Desatracad,
y sentados en perfecto orden golpead
la resonante
llanura, pues me propongo
navegar
hasta más allá del ocaso y de donde se bañan
todas las
estrellas del poniente, hasta que muera.
Puede que
las corrientes nos hundan y destruyan;
es posible
que demos con las Islas Venturosas,
y veamos al
gran Aquiles, a quien conocimos.
A pesar de
que mucho se ha perdido, mucho queda; y, a pesar
de que no tenemos
ahora el vigor que antaño
movía la
tierra y los cielos, somos lo que somos:
un espíritu
ecuánime de corazones heroicos,
debilitados
por el tiempo y el destino,
pero con una
voluntad decidida
a combatir, buscar, encontrar y jamás rendirse.)
El poema
Ulysses, de Lord Tenysson, que acabamos de citar, recrea el relato del legendario navegante en la
Commedia de Dante –
Inferno,
XXVI,113: “siete giunti a l’occidente” –. Pero también alude a tantos viajeros
medievales que buscaron el Paraíso o unas Islas fantásticas al Oeste (Avalon,
Hy Brassil, etc.) tal como puede leerse en los
Immrama irlandeses (entre ellos el significativo
Viaje de San Brandán). Un poema
anglosajón especialmente querido por
Tolkien es
The Seafarer (El
marinero)
en el que la vida del hombre de
mar es imagen de la vida peregrina, de los que saben que no tienen en este
mundo patria permanente y por ello avanzan, despojados de cosas superfluas,
llenos de esperanza, hacia “el puerto que prevé la fe”. Dice el marinero:
«Urge a mi espíritu en todo momento / el afán de zarpar, de
marchar peregrino / a la lejana tierra de extrañas gentes» (v. 36-38). Y
más adelante:
«Él no se preocupa del
arpa, ni de acumular tesoros, / ni del amor de la mujer, ni de los placeres del
mundo / ni de ninguna otra cosa que no sea el movimiento de las olas / porque
aquel que es llamado por el mar, lo deseará para siempre» (vs. 44-47).
Tolkien lo tenía indudablemente como un punto de referencia: incluso lo cita en
sus dos novelas inconclusas:
El camino
perdido y
Los Papeles del Club Notion
(1945).
[1] El
antiguo poema reserva una bendición también para
el marinero:
«Bendito es aquel que vive
en humildad, porque a él vendrá la gracia / de los Cielos» (vs. 106-107). El que haya
leído
El Silmarillon sabrá cuánto
desarrolló Tolkien este relato mítico.
El viaje al Oeste, como el viaje del sol hacia su ocaso, es también una
imagen del “viaje impostergable”, el “nedfere” del que cantaba Beda,[2] y que
tiene tan preocupado al protagonista de Hoja,
de Niggle. Ambas imágenes se funden en la mitología tolkiana sobre Aman, llamado el "Reino
Bendecido" y las "Tierras Imperecederas" (cf. El Silmarillion). Finalmente volvemos a encontrarnos en "Mythopoeia" del mismo Tolkien, con la consabida imagen:
«I would be with the mariners of the
deep
that cut their slender planks on
mountains steep
and voyage upon a vague and
wandering quest,
for some have passed beyond the
fabled West.»
(Quisiera
estar con los marineros del mar profundo
que sus
esbeltas tablas cortan en escarpadas montañas
y viajan en
una misión vaga y errante,
pues algunos
han pasado más allá del legendario Occidente.)